Querida persona que seguramente nunca jamás leerá esto,
quiero que sepas que cada vez que te veo te siento cerca, muy cerca. Luego ese sentimiento se va alejando; te haces cada vez más distante; pienso en el olvido y me desespero, trato de aferrarme a tu recuerdo, a cualquier indicio de tí; para tratar de engañarme; para creer que todo va bien, que me amas como antes y que algún día volverás a ser el que eras.
Sin embargo, por mucho que lo intento, no puedo y rompo a llorar fruto de mi ira y frustración, de la impotencia que siento, de no poder luchar contra el tiempo, contra los segundos que marca.
Y entonces empeora, te haces más presente; imagino que te encuentro allá a dónde vaya, todo me recuerda a ti, hasta las cosas más insignificantes; paso largas noches en vela esperando verte entrar por la puerta.
Sin darme cuenta de que he perdido el tiempo, se ha esfumado; en cada aliento, en cada respiración, en cada lágrima...
Y lo peor de todo es que tú eres el que me da la fuerza para seguir, pero esa fuerza viene y va, cada vez más débil, y se esfuma cúando más lo necesito.
Cómo ya habrás notado a medida que has ido leyendo esta carta, no es cómo las otras; en las que relato mis experiencias y sentimientos en un sinfín de metáforas; en las que invento unas vidas dobles que no llevo, sólo para hacerte creer que soy feliz.
Aquí he tomado una decición.
Me marcho.
He de seguir mi propio camino en la vida.
Sin más te deseo toda la felicidad del mundo, y que encuentres todo aquello que necesites.
Antes de que acabes de leer estas líneas quiero que sepas que no deseo que llores ni que te entristezcas por mí, pues una parte de mi corazón se marcha hoy contigo, tan sólo deseo que lo comprendas y me guardes en tu recuerdo cómo hasta ahora has hecho.
Un placer haber coincidido en esta vida.
Tu erterna enamorada.
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viernes, 31 de diciembre de 2010
lunes, 27 de diciembre de 2010
Así es y así seguirá siendo
Sentada en un balcón con las piernas colgando fuera, al viento.
Una suave brisa se levantó e hizo que me dieran ganas de despegar los pies del suelo y echar a volar.
Sin embargo no pude, soy humana.
Aún así, guardé esperanzas de, algún día, poder levantar el vuelo y llegar alto, muy alto; quedarme allí y observar el mundo.
Ese era mi sueño. Tan sólo poder mirar las cosas desde un punto de vista alejado, sin involucrarme.
Me levanté y aprecié el panorama.
- ¿Porqué será tan aburrido y monótono? - Alcé la voz. - Y, sin embargo lo llaman la gran cuidad cambiante. - Continué.
Para mí aquello no tenía ningún sentido.
Mi mundo ideal se alzaba por encima de todo aquello.
No aspiraba a tener grandes rascacielos, ni a poseer enormes aviones que cortasen el aire.
Lo único a lo que yo aspiraba era a observar; y a ser feliz observando.
Otro día, sentada en el balcón, de nuevo observando el mundo, alcancé a ver a una pareja que iba discutiendo por la calle. Ella lloraba desconsoladamente mientras él parecía gritarle y reñirla por algo. Al ver la cara de la chica, cubierta por las lágrimas, me entristecí horriblemente.
Una vez más quise no formar parte de este mundo tan horrible y lleno de sufrimiento.
Corrí lejos de aquella escena y rompí a llorar.
Y me planteé si sería posible cumplir mi sueño.
Medité sobre ello días y días, pero decidí que realmente no quería cumplirlo, pues para lo que yo quería hacer ya había alguien. Muchos, de hecho.
Contemplar sin involucrarse, de vez en cuando hacer algo, aunque sin alterar realmente el curso de los acontecimientos. Para eso estaban las nubes.
Hermosas y plácidas. Tranquilas, pero con un gran potencial por liberar.
Así era yo, cómo una nube. Y así seguiría siendo, no tenía intención de cambiarlo; pues aunque hubiese ocasiones en las que no me gustase lo que viese y otras muchas en las que me sintiese mal o sola; era feliz.
Para Clara.
sábado, 25 de diciembre de 2010
Across the Sky
Libertad, ya no es sólo una palabra. Es un propósito, un sueño, un ideal, una ilusión.
Resulta majestuosa, increíble y, en ocasiones, atemorizante.
Sin embargo, aquí; en la cima de la más alta montaña de mi mundo, resulta espectacular, casi increíble. Fantástico, pero cierto al fin y al cabo.
Pues las palabras; propósitos, sueños, ideales e ilusiones acaban convirtiéndose en hechos.
Siento que no hay nada imposible ya.
Se que mis deseos pueden llevarme a conseguir cualquier cosa; el miedo ya no existe para mí, no tengo temor a caer.
Despliego unas hermosas alas blancas, llena de alegría.
Comienzo mi viaje, aunque nadie diría que acabaría siendo un viaje de búsqueda; para al final no encontrar nada.
Atravieso el cielo, llena de felicidad. Paso de largo numerosos parajes inimaginables, dignos de un buen sueño, cómo mínimo. Pienso en cómo habría sido mi vida si la hubiera pasado allí. Pero lo descarto; me gusta mi vida tal y cómo es.
Aterrizo en una hermosa llanura, al borde de un acantilado; para descansar un poco.
Contemplo el maravilloso paisaje que me rodea: altas montañas nevadas, una majestuosa llanura, un frondoso bosque, un claro río; que desemboca en un cristalino lago. Cietos y cientos de cosas preciosas y valiosas, que habían sido pasadas por alto.
Miles de cosas hermosas, aunque no me conformo con ninguna de ellas. Sigo sintiéndome incompleta de alguna manera. Me falta lo más importante. Me faltas tú.
Y recuerdo la razón por la que realmente estoy aquí, haciendo lo que hago.
Y voy en tu busca.
Vuelo, vuelo y vuelo. Vuelo hasta que ya no me queda aliento.
Pero continúo la búsqueda.
No importa el tiempo; no importan los segundos, minutos, horas o días que tarde en encontrarte. Da lo mismo
Pues en cada uno de ellos refuerzo mi búsqueda.
No existe el desaliento, pues cuando menos me lo espero, allí; en un rincón dónde reina la monotonía, apareces tú.
¿Pero lo eres realmente? Pareces triste, apagado, alicaído, con la vida consumida...
Gris, prácticamente una ilusión, casi transparente; pero real, al fin y al cabo.
Reacciono e intento acercarme a ti, pero resulta imposible.
Cúanto más me acerco yo, más te alejas tú.
Inalcanzable.
Tan sólo nos separan unos pocos metros de plomiza niebla.
Pero, aunque pocos, impenetrables.
Soy incapaz de atravesarla; tal vez sea demasiado espesa.
Trato de alzar el vuelo, pero tampoco puedo.
Aunque no lo consiga, estoy feliz. Pues he encontrado lo que buscaba.
Quizás no sea capaz de tocarte, pero estás ahí, y eso es lo que importa.
Tan sólo tengo que hallar la forma de llegar a ti.
Hago acopio de fuerza y comienzo a batir las alas, lo cual resulta duro, pues la niebla es cada vez más espesa. Tras un largo rato haciendo un gran esfuerzo, consigo disiparla un poco.
Lo suficiente cómo para apreciar que ya no estás ahí.
Te has ido, pero ¿a dónde? No lo sé.
Lo único que sé es que te encontraré. Cueste lo que cueste.
Resulta majestuosa, increíble y, en ocasiones, atemorizante.
Sin embargo, aquí; en la cima de la más alta montaña de mi mundo, resulta espectacular, casi increíble. Fantástico, pero cierto al fin y al cabo.
Pues las palabras; propósitos, sueños, ideales e ilusiones acaban convirtiéndose en hechos.
Siento que no hay nada imposible ya.
Se que mis deseos pueden llevarme a conseguir cualquier cosa; el miedo ya no existe para mí, no tengo temor a caer.
Despliego unas hermosas alas blancas, llena de alegría.
Comienzo mi viaje, aunque nadie diría que acabaría siendo un viaje de búsqueda; para al final no encontrar nada.
Atravieso el cielo, llena de felicidad. Paso de largo numerosos parajes inimaginables, dignos de un buen sueño, cómo mínimo. Pienso en cómo habría sido mi vida si la hubiera pasado allí. Pero lo descarto; me gusta mi vida tal y cómo es.
Aterrizo en una hermosa llanura, al borde de un acantilado; para descansar un poco.
Contemplo el maravilloso paisaje que me rodea: altas montañas nevadas, una majestuosa llanura, un frondoso bosque, un claro río; que desemboca en un cristalino lago. Cietos y cientos de cosas preciosas y valiosas, que habían sido pasadas por alto.
Miles de cosas hermosas, aunque no me conformo con ninguna de ellas. Sigo sintiéndome incompleta de alguna manera. Me falta lo más importante. Me faltas tú.
Y recuerdo la razón por la que realmente estoy aquí, haciendo lo que hago.
Y voy en tu busca.
Vuelo, vuelo y vuelo. Vuelo hasta que ya no me queda aliento.
Pero continúo la búsqueda.
No importa el tiempo; no importan los segundos, minutos, horas o días que tarde en encontrarte. Da lo mismo
Pues en cada uno de ellos refuerzo mi búsqueda.
No existe el desaliento, pues cuando menos me lo espero, allí; en un rincón dónde reina la monotonía, apareces tú.
¿Pero lo eres realmente? Pareces triste, apagado, alicaído, con la vida consumida...
Gris, prácticamente una ilusión, casi transparente; pero real, al fin y al cabo.
Reacciono e intento acercarme a ti, pero resulta imposible.
Cúanto más me acerco yo, más te alejas tú.
Inalcanzable.
Tan sólo nos separan unos pocos metros de plomiza niebla.
Pero, aunque pocos, impenetrables.
Soy incapaz de atravesarla; tal vez sea demasiado espesa.
Trato de alzar el vuelo, pero tampoco puedo.
Aunque no lo consiga, estoy feliz. Pues he encontrado lo que buscaba.
Quizás no sea capaz de tocarte, pero estás ahí, y eso es lo que importa.
Tan sólo tengo que hallar la forma de llegar a ti.
Hago acopio de fuerza y comienzo a batir las alas, lo cual resulta duro, pues la niebla es cada vez más espesa. Tras un largo rato haciendo un gran esfuerzo, consigo disiparla un poco.
Lo suficiente cómo para apreciar que ya no estás ahí.
Te has ido, pero ¿a dónde? No lo sé.
Lo único que sé es que te encontraré. Cueste lo que cueste.
jueves, 23 de diciembre de 2010
Alas rotas
Salgo de mi ensimismamiento y me encuentro cayendo.
Cayendo al vacío.
Doy un grito de socorro que queda ahogado por las lágrimas que se acumulan en mis ojos y mi garganta.
- ¿Qué es esto? ¿Qué pasa? ¿Por qué estoy aquí? - Miles de preguntas comienzan a invadir mi mente.
Hago lo que puedo por frenar la caída, pero no tiene remedio.
Pienso, escruto mi mente en busca de respuentas. En busca de algún indicio que me diga por qué me está pasando esto.
Comienzo a sentirme pesada, de modo que caigo más rápido.
Hecho un vistazo a mi cuerpo y descubro unas hermosas alas negras que nacen de mi espalda y se extienden majestuosas a los lados.
- ¿Cómo pude no verlas antes? - Me digo.
Al asmilar todo esto, una loca idea cruza por mi cabeza.
Comienzo a batirlas. Trato de remontar el vuelo.
Sin embargo, cada aletazo que doy resquebraja mis alas, las vuelve más pesadas y hace que caiga más deprisa.
- ¿Cómo puede pasar esto? - Me pregunto. - ¡No tiene sentido! - Grito.
Apenas un instante después de haber pronunciado esas palabras, mi caída se acelera, caigo más y más rápido.
El miedo me invade, se apodera de mí; mi cuerpo se tensa, se vuelve de piedra. Noto cómo todos y cada uno de mis músculos quedan rígidos.
Y empiezo a gritar. Grito. Grito con todas mis fuerzas. Grito hasta que se me rompe la voz.
- ¡Quiero que esto acabe! - Lloro.
Deseo estrellarme contra el suelo y deshacerme en mil y un pedazos. Quiero acabar con esta angustia que me corroe por dentro.
Aunque tengo miedo, miedo de llegar al final de la historia; al final de todo esto.
Me siento rota, comienzo a imagiarme esparcida en pedazos a lo largo del vacío en el que caigo.
Sin previo aviso, me encuentro en medio de una batalla, que se libra acaloradamente en mi interior, rompiéndome y resquebrajándome cada vez más. Hasta el punto en el que llego a pensar que ya nada queda de mí más que un lejano recuerdo.
Observo la batalla. No es una batalla real, ni tan siquiera hay lucha, al menos no una lucha que se pueda apreciar a simple vista. Es una batalla etérea, efímera.
Mi corazón comienza a oprimirme el pecho. De una manera u otra sé que si esa batalla sigue teniendo lugar, acabará por matarme.
Me armo de valor, y hago lo único que puedo hacer en ese momento:
Cierro con fuerza los ojos.
- ¡Basta! ¡Ya basta! - Grito con todas las fuerzas que me quedan.
Y, repentinamente, mé detengo en el aire. Ya no caigo. Mi cuerpo se libera, ya no siento miedo.
Soy libre.
Hecho un vistazo a mi espalda y aprecio que mis alas ya no son negras, sino blancas, limpias; puras.
Ya no están rotas.
Cierro los ojos una vez más emitiendo un suspiro de alivio.
Y al abrirlos de nuevo estoy en un lugar completamente distinto.
Estoy en un prado, verde esperanza.
Respiro profundamente. Estoy a salvo.
Cayendo al vacío.
Doy un grito de socorro que queda ahogado por las lágrimas que se acumulan en mis ojos y mi garganta.
- ¿Qué es esto? ¿Qué pasa? ¿Por qué estoy aquí? - Miles de preguntas comienzan a invadir mi mente.
Hago lo que puedo por frenar la caída, pero no tiene remedio.
Pienso, escruto mi mente en busca de respuentas. En busca de algún indicio que me diga por qué me está pasando esto.
Comienzo a sentirme pesada, de modo que caigo más rápido.
Hecho un vistazo a mi cuerpo y descubro unas hermosas alas negras que nacen de mi espalda y se extienden majestuosas a los lados.
- ¿Cómo pude no verlas antes? - Me digo.
Al asmilar todo esto, una loca idea cruza por mi cabeza.
Comienzo a batirlas. Trato de remontar el vuelo.
Sin embargo, cada aletazo que doy resquebraja mis alas, las vuelve más pesadas y hace que caiga más deprisa.
- ¿Cómo puede pasar esto? - Me pregunto. - ¡No tiene sentido! - Grito.
Apenas un instante después de haber pronunciado esas palabras, mi caída se acelera, caigo más y más rápido.
El miedo me invade, se apodera de mí; mi cuerpo se tensa, se vuelve de piedra. Noto cómo todos y cada uno de mis músculos quedan rígidos.
Y empiezo a gritar. Grito. Grito con todas mis fuerzas. Grito hasta que se me rompe la voz.
- ¡Quiero que esto acabe! - Lloro.
Deseo estrellarme contra el suelo y deshacerme en mil y un pedazos. Quiero acabar con esta angustia que me corroe por dentro.
Aunque tengo miedo, miedo de llegar al final de la historia; al final de todo esto.
Me siento rota, comienzo a imagiarme esparcida en pedazos a lo largo del vacío en el que caigo.
Sin previo aviso, me encuentro en medio de una batalla, que se libra acaloradamente en mi interior, rompiéndome y resquebrajándome cada vez más. Hasta el punto en el que llego a pensar que ya nada queda de mí más que un lejano recuerdo.
Observo la batalla. No es una batalla real, ni tan siquiera hay lucha, al menos no una lucha que se pueda apreciar a simple vista. Es una batalla etérea, efímera.
Mi corazón comienza a oprimirme el pecho. De una manera u otra sé que si esa batalla sigue teniendo lugar, acabará por matarme.
Me armo de valor, y hago lo único que puedo hacer en ese momento:
Cierro con fuerza los ojos.
- ¡Basta! ¡Ya basta! - Grito con todas las fuerzas que me quedan.
Y, repentinamente, mé detengo en el aire. Ya no caigo. Mi cuerpo se libera, ya no siento miedo.
Soy libre.
Hecho un vistazo a mi espalda y aprecio que mis alas ya no son negras, sino blancas, limpias; puras.
Ya no están rotas.
Cierro los ojos una vez más emitiendo un suspiro de alivio.
Y al abrirlos de nuevo estoy en un lugar completamente distinto.
Estoy en un prado, verde esperanza.
Respiro profundamente. Estoy a salvo.
El Vals de las Estrellas
La noche es oscura, fría; tanto que es posible que me pierda en la infinidad de su negrura, en la inmensidad del cielo. Siento una profunda tristeza, me siento perdida.
Veo en el firmamento reflejado este sentimiento; estrellado, auque sin luces cercanas que me ofrezcan su abrigo; tan solo el cielo, yo y sus incontables luces.
De repente, una estrella fugaz pasa veloz ante mí.
-Rápido - pienso -pide un deseo.
Cierro mis ojos con fuerza, cierro mi mente, y formulo la frase en mi interior.
Una ligera descarga eléctrica recorre todo mi cuerpo. Abro rápidamente los ojos, sorprendida.
Sin el más previo aviso una pequeña luz comienza a centellear en el horizonte, alegre, pese a la tristeza de la noche. Una estrella, tal vez.
- Imposible, parece bailar. - Me digo a mí misma.
Parpadeo para despejarme, y al volver a abrir los ojos me quedo en estado de shok.
Todas y cada una de las luces parecen moverse.
No, no lo parece; se mueven.
En una fracción de segundo todo el cielo parece vacío, salvo justo sobre mí.
- Las estrellas... ¿Qué ocurre? - Pregunto al cielo.
No hay respuesta.
Todo lo que antes parecía estar en un letargo eterno, es ahora un sifín de actividad.
Las estrellas se mueven; de aquí para allá, de allá para aquí. Dan vueltas, centellean; se apagan y se vuelven a encender.
Despuntan tonos de colores vivos; en apariencia gélidos, que acarician la llanura que me rodea.
- ¿Qué es esto? - La pregunta recorre mi mente. No le ecuentro explicación alguna, es tan, tan... irreal...
En un instante lo coprendo todo.
- Bailan, bailan para mí. - Acierto a pensar.
Por primera vez en mi vida me siento en mi lugar.
Cómo si no hubiera ningún sitio más apropiado para mí en ese momento.
Permanezco allí, parada, comtemplando el hermoso espectáculo.
No me siento perdida, ya no.
Aunque todavía no haya encontrado mi rumbo.
- ¿Qué haré ahora? Nada - Me respondo a mí misma.
Tan solo esperar, maravillada, contemplando aquello; eso es lo que haré, al menos por ahora.
Continúo con la mirada fija en el cielo.
Poco a poco las estrellas se acercan a mí.
Así, desde abajo, resulta increíble.
Brillan y juguetean conmigo, se mueven al son de una música inexsistente; aunque parecen coordinadas entre sí.
- Ahora comprendo. - Susurro.
Me están llamando. Me invitan a seguirlas.
Una de las estrellas, la más pequeña y alegre de ellas, comienza a moverse desenfrenadamente.
Comienza a centellear alegremente.
Creo reconocerla. Sí; la reconozco. Es la estrella que comenzó con este "baile".
- ¿Quieres que te persiga? - Le digo.
Aunque no logre distinguir su expresión, logro interpretar su peculiar movimiento como un sí.
No sé como, pero comprendo que en cuanto acepte esta invitación, todas las demás estrellas se unirán al juego.
Me lo pienso. Trás un largo instante de duda, accedo.
- ¿Qué puedo perder? - Pienso.
Doy un paso a delante, y, sin saber muy bien cómo ni porqué, me elevo.
En unos pocos segundos estoy a 10 metros de altura.
Continúo subiendo. Contemplo el mundo, a mi al rededor.
Comienza el juego. Las estrellas se dispersan; cómo si quisieran jugar al escondite, cómo si quisieran ser atrapadas.
- No pienses, sólo actúa. - Me digo.
Mas no lo cumplo. Pienso.
Pienso en todo lo que he dejado atrás. En que ya no hay posibilidad de volver.
Pienso en qué voy a hacer con mi vida.
Una fugar idea pasa por mi mente, y responde a mis dudas.
"Cazar estrellas "
Para Belén
Veo en el firmamento reflejado este sentimiento; estrellado, auque sin luces cercanas que me ofrezcan su abrigo; tan solo el cielo, yo y sus incontables luces.
De repente, una estrella fugaz pasa veloz ante mí.
-Rápido - pienso -pide un deseo.
Cierro mis ojos con fuerza, cierro mi mente, y formulo la frase en mi interior.
Una ligera descarga eléctrica recorre todo mi cuerpo. Abro rápidamente los ojos, sorprendida.
Sin el más previo aviso una pequeña luz comienza a centellear en el horizonte, alegre, pese a la tristeza de la noche. Una estrella, tal vez.
- Imposible, parece bailar. - Me digo a mí misma.
Parpadeo para despejarme, y al volver a abrir los ojos me quedo en estado de shok.
Todas y cada una de las luces parecen moverse.
No, no lo parece; se mueven.
En una fracción de segundo todo el cielo parece vacío, salvo justo sobre mí.
- Las estrellas... ¿Qué ocurre? - Pregunto al cielo.
No hay respuesta.
Todo lo que antes parecía estar en un letargo eterno, es ahora un sifín de actividad.
Las estrellas se mueven; de aquí para allá, de allá para aquí. Dan vueltas, centellean; se apagan y se vuelven a encender.
Despuntan tonos de colores vivos; en apariencia gélidos, que acarician la llanura que me rodea.
- ¿Qué es esto? - La pregunta recorre mi mente. No le ecuentro explicación alguna, es tan, tan... irreal...
En un instante lo coprendo todo.
- Bailan, bailan para mí. - Acierto a pensar.
Por primera vez en mi vida me siento en mi lugar.
Cómo si no hubiera ningún sitio más apropiado para mí en ese momento.
Permanezco allí, parada, comtemplando el hermoso espectáculo.
No me siento perdida, ya no.
Aunque todavía no haya encontrado mi rumbo.
- ¿Qué haré ahora? Nada - Me respondo a mí misma.
Tan solo esperar, maravillada, contemplando aquello; eso es lo que haré, al menos por ahora.
Continúo con la mirada fija en el cielo.
Poco a poco las estrellas se acercan a mí.
Así, desde abajo, resulta increíble.
Brillan y juguetean conmigo, se mueven al son de una música inexsistente; aunque parecen coordinadas entre sí.
- Ahora comprendo. - Susurro.
Me están llamando. Me invitan a seguirlas.
Una de las estrellas, la más pequeña y alegre de ellas, comienza a moverse desenfrenadamente.
Comienza a centellear alegremente.
Creo reconocerla. Sí; la reconozco. Es la estrella que comenzó con este "baile".
- ¿Quieres que te persiga? - Le digo.
Aunque no logre distinguir su expresión, logro interpretar su peculiar movimiento como un sí.
No sé como, pero comprendo que en cuanto acepte esta invitación, todas las demás estrellas se unirán al juego.
Me lo pienso. Trás un largo instante de duda, accedo.
- ¿Qué puedo perder? - Pienso.
Doy un paso a delante, y, sin saber muy bien cómo ni porqué, me elevo.
En unos pocos segundos estoy a 10 metros de altura.
Continúo subiendo. Contemplo el mundo, a mi al rededor.
Comienza el juego. Las estrellas se dispersan; cómo si quisieran jugar al escondite, cómo si quisieran ser atrapadas.
- No pienses, sólo actúa. - Me digo.
Mas no lo cumplo. Pienso.
Pienso en todo lo que he dejado atrás. En que ya no hay posibilidad de volver.
Pienso en qué voy a hacer con mi vida.
Una fugar idea pasa por mi mente, y responde a mis dudas.
"Cazar estrellas "
Para Belén
martes, 21 de diciembre de 2010
Comprensión
Los ojos...
Desde el punto de vista científico, una maravilla de la humanidad.
Desde el punto de vista biológico, uno de los mejores órganos del cuerpo.
Desde el punto de vista filosófico, la ventana del alma.
Mi punto de vista, sin embargo, es una unión de todos los anteriores; pues aunque los ojos nos permitan ver, también nos enseñan a observar más allá de la realidad; a comprender, a imaginar y pintar un mundo lleno de mil complejas fantasías, inimaginables e irrealistas, que, solo si prestamos atención, llegaremos a descubrir.
Como una amiga mía añadiría, hay que ver por detrás de los ojos.
Pues no debes fijarte solo en el color, o en su característica forma, ni tan siquiera en la posible personalidad que guarden; debes ver más allá, más allá de todo lo físico y material. Debes contemplar el interior de esa persona. Debes explorar su alma.
Y resaltar esos pequeños detalles que la hacen cada vez más hermosa, más cercana y más comprensible.
Y, tras haber hecho todo esto; entonces y solo entonces podrás reparar en el exterior.
Porque para conocer realmente a alguien no es necesario saberse cada linea de su cuerpo de memoria, no es necesario ni tan siquiera verla todos lo días.
Lo único realmente importante es haberla comprendido, pues si la comprendes, la habrás conocido mejor que mucha otra gente que haya pasado toda su vida con ella.
Amor de un segundo
Un instante, cómo en el cine; cada uno a un lado de la habitación.
Un único segundo, una mirada cruzada, y surge el amor más intenso y entrañable que dos personas puedan compartir. Puede sonar estúpido, pero un amor de un segundo puede llegar a valer más que todo un siglo de distancia.
Es increíble como con una única mirada dos personas pueden llegar a conectar.
Ligeros susurros, que se intercambian silenciosos en el aire; aunque ninguno de los dos diga nada.
Pequeñas palabras invisibles que llegan a la otra persona sin necesidad de algo más que un vistazo.
Uno, uno solo, y todo el mundo se vuelve blanco; el tiempo parece pararse, se hace eterno; aunque sea breve en realidad.
Y de pronto, sin el más previo aviso, el tiempo reanuda su incansable ritmo de "tic" "tac".
Sigues con tu vida, tal y como hubiera sido si ese pequeño cruce no hubiese tenido lugar.
Todo marcha igual, y, sin embargo, ese pequeño latir, ese sentimiento, permanece en tu interior.
Esa incertidumbre, esa duda, queda flotando en el aire a tu alrededor.
Y piensas en ese momento robado, ese instante casual; en ese amor de un segundo.
Quisiera contarte algo
Hoy cerré mi ojos, y lo primero a lo que mi mente me llevó fue a ti, a tu recuerdo.
Y te recordé, y al hacerlo continué imaginando; y te imaginé; aquí, conmigo.
Tú y yo solos, y soñé; con tu tacto, con tu voz...
Y en mi sueño vislumbré un prado, en un hermoso día de verano.
Una dulce brisa recorría nuestros rostros, la luz los bañaba y el calor los templaba.
Y sentí tus manos recorriendo mi cara, y la tibieza de tus labios al rozar los míos.
Y me sentí completa, feliz, radiante; como jamás me había sentido.
Y quise parar el tiempo, y dejarlo así por siempre jamás; congelar ese segundo, para que nunca marchitase. Y por un instante creí que lo había conseguido; detener el mundo.
Y fue entonces cuando desperté; y todo aquello desapareció con un soplo.
Y el tiempo reanudó su curso, devolviéndome a la realidad.
En un solo momento volví a sentirme vacía, desgarrada y rota.
De nuevo me sentí sola y desdichada; sin ti.
Quise volver atrás, pero no pude; era imposible.
Me permití a mi misma soñar contigo un momento, y me dí cuenta de que algunos días es mejor no levantarse de la cama.
lunes, 20 de diciembre de 2010
2,5 metros
En cuanto te vi, supe que eras una persona excepcional, maravillosa y espectacular, a pesar de que no te conocía. Entonces fue cuando empecé a hablarte.
Nos hicimos amigos.
Algún tiempo después fui conociéndote aún más a fondo, y me di cuenta de que, sin lugar a dudas, eras mi mejor amigo, o uno de ellos.
Poco a poco fui descubriendo tus facetas, todas y cada una de ellas; hasta que llegué a esa faceta tierna, dulce y cariñosa que tan bien guardabas. Y me di cuenta de que necesitaba algo más que tu amistad.
Me enamoré.
Me enamoré de ti, de tus tus manías, por muy estúpidas que fuesen y de esa sonrisa dulce y cálida aunque a la vez pícara que te caracteriza.
Pero ahora me doy cuenta; todo es una máscara, un burdo maquillaje.
Me fallaste, me heriste. Después de todo lo que ha pasado, después de todo lo que me has hecho pasar; ya no quiero ni tu amistad.
Y, sin embargo, siempre seguirás teniendo mi amor.
domingo, 19 de diciembre de 2010
Sinfonía de la Tortura Interior
1º Movimiento (Largo)
Las notas musicales antes melodiosas suenan ahora frías en mi corazón; esas notas flotan por mi corazón rasgándolo, marchitándolo, matándolo, dejándolo sin sentimiento alguno. Las melodías de mi corazón están vacias, ya no les queda intensidad para seguir amándote.
2º Movimiento (Andante)
Se ralentiza el pulso de mí corazón y me doy cuenta de que te pierdo. El sonido, el latido, el momento, todo crece; estiro mi brazo para poder tocarte. Una garrapatea demasiado tarde. Te he perdido en el abismo de la nada y nunca sabré cuándo te voy a volver a tener tan cerca. Mi corazón se sumerge en un profundo silencio de longa que se prolongará hasta tu regreso.
3º Movimiento (Adagio)
Me pregunto a mí misma si todo valió para algo, sí después de todo volverás para quedarte y me susurraras al oído los sonidos necesarios para mí despertar. Pero, ¿será entonces demasiado tarde?¿Habrá mí corazón escapado para entonces del continuo vibrato, a lo que tu llamarías "vida? ¿Y entonces? ¿Será tu melodiosa presencia capaz de curarme?
4º Movimiento (Allegretto)
Glissando. Glissando. Glissando. Algo me dice que debo de despertar. En mi interior se debaten dos abreviaciones del momento. Una en la que me levanto a preguntarle al silencio que es lo que está pasando. La otra representa mis incansables ganas de quedarme ahí, tirada llorando marcha. La batalla transcurre pianissimo, de forma tal, que nadie sepa que está pasando. Glissando. Glissando. Glissando. Tengo que huir, esacapar. Tal vez entonces te encuentre.
5º Movimiento (Tranquilo)
¿Podras realizar el esfuerzo que supone aferrarte a mi vida como si de la tuya propia se tratase? Solo en ese instante, volvere para ti, hasta entonces mis lagrimas lloraran tu encuentro, y se aferraran al silencio que dulcemente pronuncias cuando caminas, cuando te alejas, paso a paso de mi, de nosotros..
2º Movimiento (Andante)
Se ralentiza el pulso de mí corazón y me doy cuenta de que te pierdo. El sonido, el latido, el momento, todo crece; estiro mi brazo para poder tocarte. Una garrapatea demasiado tarde. Te he perdido en el abismo de la nada y nunca sabré cuándo te voy a volver a tener tan cerca. Mi corazón se sumerge en un profundo silencio de longa que se prolongará hasta tu regreso.
3º Movimiento (Adagio)
Me pregunto a mí misma si todo valió para algo, sí después de todo volverás para quedarte y me susurraras al oído los sonidos necesarios para mí despertar. Pero, ¿será entonces demasiado tarde?¿Habrá mí corazón escapado para entonces del continuo vibrato, a lo que tu llamarías "vida? ¿Y entonces? ¿Será tu melodiosa presencia capaz de curarme?
4º Movimiento (Allegretto)
Glissando. Glissando. Glissando. Algo me dice que debo de despertar. En mi interior se debaten dos abreviaciones del momento. Una en la que me levanto a preguntarle al silencio que es lo que está pasando. La otra representa mis incansables ganas de quedarme ahí, tirada llorando marcha. La batalla transcurre pianissimo, de forma tal, que nadie sepa que está pasando. Glissando. Glissando. Glissando. Tengo que huir, esacapar. Tal vez entonces te encuentre.
5º Movimiento (Tranquilo)
¿Podras realizar el esfuerzo que supone aferrarte a mi vida como si de la tuya propia se tratase? Solo en ese instante, volvere para ti, hasta entonces mis lagrimas lloraran tu encuentro, y se aferraran al silencio que dulcemente pronuncias cuando caminas, cuando te alejas, paso a paso de mi, de nosotros..
Tú y tus promesas...
Tus ojos me prometieron amor eterno; tus labios, calor; tu tacto, seguridad; tus caricias, cercanía; tus abrazos, protección; tus pensamientos, recuerdo; tu mirada, sueños; tus palabras, cariño.
Inconscientemente me prometiste demasiadas cosas, y, quiero que sepas, que por ahora no has cumplido ninguna de ellas.
Seas como seas
Podrías ser diferente; ser más guapo, más inteligente, más simpático, más dulce.
Hay tantas y tantas cosas que se podrían cambiar de ti...
Pero entonces dejarías de ser cómo eres; dejarías de ser quien eres.
Y ya no serías la persona con la que sueño, en la que pienso cuando miro al cielo, a la que recuerdo cuando todo va mal, a la que imagino conmigo cuando estoy sola.
Entonces dejarías de ser la persona a la que tan locamente amo.
18/12/10
Desde mi soledad, veo las gotas caer a través del cristal; las veo posarse, deslizarse, vivir y quebrarse; y recuerdo.
Y de repente me siento vacía, desgarrada por dentro, herida. Te necesito junto a mi; y salgo a tu encuentro.
Te busco, mas no te hallo, no estás ahí.
Nunca lo estás.
Y entonces comienzo la espera, una espera interna, silenciosa.
Y espero, contemplando tu fotografía entre mis manos; historias que hablan por sí solas, historias que hablan de un corazón roto; nuestras historias.
Y sigo esperando, esperando al día en que te des cuenta de todo. Al día en que mi simple tacto sea suficiente para ahuyentar todas y cada una de tus penas, y enterrarlas lejos, en el olvido.
He esperado demasiado ya, suficiente... y, sin embargo continúo la espera, esta espera eterna; siempre lo haré. ¿Por qué? Porque prometiste volver.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Tú y Yo
Tú y yo somos como el sol y la luna. Puede que no lo comprendas, pero, si lo miras detenidamente, llega a tener mucho sentido.
Y, "¿Por qué?"- Te preguntarás.
Muy simple:
Tú y yo, tan cercanos y a la vez tan distantes.
Nos vemos, nos miramos, nos contemplamos, pero no llegamos a tocarnos, no podemos.
Dos polos opuestos, parecidos, aunque diferentes.
Uno ilumina el día, el otro alumbra la noche; condenados a estar separados de por vida.
Una horrible tortura, pues es cómo cuando vemos las estrellas; las deseamos, y, sin embargo, no podemos cogerlas.
Y es de esta misma forma cómo yo me siento.
Siento que estás al otro lado del universo, a un pequeño paso, siempre cerca y siempre lejos.
Inalcanzable para mi, y aunque se que nunca podremos estar juntos; te siento aquí, conmigo...
Tú iluminas mis noches, me das calor, das brillo a mi vida.
Y vivo esa vida esperando a un día, a un momento, en el que el cielo se duerma cuando hay luz, un día en el que el cielo se tiña de oscuridad; un día de eclipse.
Un día, en que nos crucemos, nos rocemos, nos sintamos el uno al otro.
Un día en el que el eclipse haga que por un segundo estemos juntos. Un solo segundo, un segundo eterno.
martes, 14 de diciembre de 2010
¿Qué haces?
Estoy girando en sentido contrario a las agujas del reloj.
Cada vuelta priva al mundo del ímpetu angular.
Frenando sus vueltas un ínfimo instante.
Ralentizando la noche, haciendo más lejano el amanecer,
dándome un poco más de tiempo, aquí, contigo...
Olvidar...
Oh, el olvido..., cuanto cuesta olvidar, demasiado, tal vez. Y, sin embargo, como de fácil puede llegar a ser recordar.
Una palabra, una caricia, un gesto; todo ello, junto o por separado, sirve para recordar, recordar lo más bello o lo más horrible de nuestras vidas; puede que sean horas o años enteros, o quizá tan solo segundos.
Todo.
En unos pocos instantes, comienza a llover, y tu cabeza, tu cuerpo, se ven inundados; inundados de colores, de olores, de sensaciones, de sentimientos...
Y, tan fácilmente como empezó a llover, cesa. Y te das cuenta de lo mucho que olvidaste, o simplemente enterraste en tu mente, como cuando metemos el polvo debajo de la alfombra.
Sin embargo, aunque el cesar de la lluvia es fácil, que todo se seque resulta infinitamente más difícil, y tan difícil resulta ser, que a veces tardamos toda una vida en secarlo.
lunes, 13 de diciembre de 2010
Que cuando creo que ya no te quiero...
Que cuando creo que ya no te quiero veo tu figura y sueño de nuevo.
Que cuando creo que ya no te quiero busco una mirada tuya, la encuentro y te la devuelvo.
Que cuando creo que ya no te quiero te veo y tengo unas ganas impresionantes de irme contigo, y lo hago, y me pierdo.
Que cuando creo que ya no te quiero encuentro tu sonrisa, y caigo a tus pies.
Que cuando creo que ya no te quiero te acercas a mi, y me niego a que sea cierto.
Que cuando creo que ya no te quiero me tocas, y siento esa irrefrenable energía que me empuja a seguir adelante.
Que cuando creo que ya no te quiero me hablas, y me rindo por no poder ponerle fin, aunque no quiera.
Que cuando creo que ya no te quiero recuerdo esos maravillosos días en los que me correspondías.
Que cuando creo que ya no te necesito para ser feliz, me sale esa puta lágrima que ni yo misma entiendo.
domingo, 12 de diciembre de 2010
¿Cómo explicarlo?
Me ves, te paras. Te veo, escapas. Me pides, no doy. Te digo: me voy.
El tiempo se para. Te pierdes, me hayas. El tiempo camina. Estoy en la esquina.
Tú vienes, me tocas. Me oculto y lloras. Te vas, lo sé. Iré donde estés.
Te busco, no estás. Te encuentro, te vas. Me buscas, me alejo.
Te acercas, yo quiero. Pregunto, contestas. Preguntas, me besas. Te miro, te hablo.
¿Me escuchas?, Te amo.
Un día normal
El sol sale, los pájaros cantan, me desvelo, el colegio, tú, él, ella, yo, nosotros; cómo siempre.
Así sucesivamente, hasta que llega un día en el que sólo hay un tú y yo en la historia. Un día en el que lo único que me anima a levantarme por las mañanas eres tú, un día en el que duermo, despierto y vivo pensando en ti. Un día en el que me doy cuenta de que si hago las cosas, las hago por ti.
Un día en el que me doy cuenta de que te quiero.
Y, desde ese día nada, repito nada, vuelve a ser como era antes, nada...
Me vuelvo boba, influenciable, manejable, vulnerable, como un juguetito. Y me usas, y me tiras, igual que harías con él.
Desde ese momento me vuelvo idiota; me lleno de esperanzas, imagino futuros, no muy lejanos, felices; para ti, para mi...
Vivo en las nubes, en la más alta de ellas, flotando en mi alegría, ... y en mis esperanzas.
Y es un día en el que más esperanzas tengo, en el que más te necesito, en el que más confío en mi misma...
Es un día en el que te digo que te quiero cuando todos mis ánimos se desvanecen, toda la seguridad que tenía, la certeza de que esta vez era la vez, de que era real, se va, en el que todas mis esperanzas se rompen, en el que mi ilusión se ve reducida a pedazos...
Es ese día en el que empiezo a creer que jamás encontraré a alguien como tú; que con su mera presencia me hace sonreír, que con una sonrisa suya me hace soñar, que con un abrazo me hace volar, y que con un beso me haría explotar, explotar de amor...
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