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miércoles, 21 de diciembre de 2011

I'm coming home

Han pasado 240 horas. 14 400 preciosos minutos. Cada uno de ellos permanecerá en mi memoria como un tesoro, escrito con tinta de oro en las paredes de mi alma. Decorado con imágenes que guardaré en mi corazón y memoria hasta que no recuerde lo que es sentir, ni sienta lo qué es recordar.


"Pero me voy, me voy a casa."

Mírame alejarme, sé que nos volveremos a ver.

"Nos vamos. Nos vamos a casa."

Levanta las manos a través del cristal y di adiós. ¿Adiós a qué?
No a mucho. A todo.

"Todos vuelven, vuelven a casa." Pero la dejan atrás.

Él está, ella permanece; ellos no se van. Pero ninguno se queda.

Cuenta los pasos que doy y las lágrimas que derramo. Memoriza, porque le preguntaré a tus ojos si lo recuerdan.
Sí, se lo preguntaré a tus ojos, por mucho que me responda el corazón.

"Ya no están. Están en casa."

Y se han ido, y ya no volverán. ¿Siguen aquí? Tal vez; pero se han ido.

Yo iré, los buscaré;

"Dile al mundo que me voy, me voy a casa; la dejo atrás."

jueves, 8 de diciembre de 2011

Respira

- ¿De veras no se te ocurre nadie más que haya podido querer matarte? - Mike estaba sentado en la ventana, la cortina algo abierta para ver el tráfico nocturno de La Avenida.

- Te he dicho mil veces ya que no. - Lea estaba colgando al borde de la cama. Bueno, cama es un término generoso para describirlo; era apenas una tabla de madera rota con un colchón de goma-espuma roído por las ratas.

- Alguien tiene que haber, piensa. - Jugaba con una vieja muñeca de fieltro que había encontrado apoyada en la pared. Le daba vueltas en las manos y le peinaba el pelo.

- Deja de insistir. Sabes lo que yo. - Pensó en tumbarse, pero lo descartó; el "colchón" le daba demasiada mala espina.

- Y de nuevo te equivocas. - Lea levantó la mirada hacia Mike. - Yo sé algo que tú no sabes. - Usó el mismo tono que habían usado de niños cuando jugaban. En otro momento eso le habría arrancado una sonrisa a Lea. Pero no en ese.

Ambos se quedaron callados, cada uno expectante a la respuesta del otro. Lea continuó.

- ¿Y bien? ¿Vas a seguir? - Lo miró con desagrado.

- Claro, cómo no. - Le dedicó una de sus sonrisas infantiles e inocentes. La hacían parecer tan desprotegida. - Fuera quién fuere el que intentó matarte, sólo sabemos que lo consiguió. - Esperó a la reacción de la chica, que no hizo más que abrir mucho los ojos, incrédula.

- ¿Se te ha ido la olla? ¿Hola? - Se levantó de un salto y se puso a agitar los brazos ante él. -¡Sigo viva! Me muevo, camino, respiro. ¿A qué juegas? -

- Shh... - Se llevó un dedo a la boca haciéndola callar. - Silencio. Calla. - Bajó de la ventana y se acercó a ella. - Intenta escucharlo, tu respiración, vamos. Te resultará fácil distinguirla de la mía. - Dio una suave risotada y cruzó los brazos tras la espalda. Parecía un niño.

- ¿Eres idiota? Estoy respirando, ¿estás sordo? Creía que tu oído era mejor que el mío, al fin y al... - Mike descruzó los brazos y se acercó a ella a una velocidad apabullante. Se paró a apenas dos centímetros; sus caras casi se tocaban. Estaban tan cerca que Mike podía sentir su respiración. Lea no podía sentir la suya, claro; Mike ya no respiraba. A Lea la respiración se le hizo costosa.

- ¿Ves? - Sonrió Mike. - Yo tenía razón. - Sonrió como un verdadero idiota. Lo que provocó que Lea se sonrojara.

Se apartó de un salto de ella y se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas. Con un gesto, invitó a Lea a sentarse con él. Ella, de mala gana, se apoyó en la pared, abrazándose las rodillas.

- A eso me refería, ¿sabes? - Mike dio una gran bocanada de aire, a pesar de que no la necesitaba.

- ¿Que te referías a qué? - Preguntó Lea.

- No deberías hacerlo. - Sonrió sin abrir la boca. - No deberías respirar.