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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Memorias de una lágrima



Me recuerdo como un cristal. Hacía equilibrios sobre la cárcel seca de tus ojos.
Tú, no sabías llorar. Sin embargo, yo, apoyada en el horizonte de tu alma, pensaba de otra manera.
Me aventuré durante un segundo a mirar al abismo más allá de tus pestañas, tan vasto; tan infinito.
Miré dentro de ti, y vi cómo la pena y el dolor ganaban terreno tras tu mirada.
Aquel silencio infló mi angustia; un mar salino contenido en una burbuja.

Enfrentando la creciente agonía, me vi obligada a dar un paso atrás. Estaba al borde del vacío.
Tu alma estalló, y tuve que saltar.
Desgarré la felicidad del aire, precipitándome cada vez más deprisa.
Pasé casi rozándote y me perdí en la brisa.

Segundos más tarde me quebré en el suelo.

Mi alma se hizo mar. Tú, que no sabías llorar.
Mas al verme rota como un vidrio,
te compadeciste de mi existencia.
Y aún sin saber llorar, sentiste pena.
Comprendí entonces tu mirada seca.
Y al entender, me hice aire; me evaporé.
Subí velando tu pecho y tus comisuras rocé.
Como una brisa, sentiste un beso,
y al fundirme con tus labios, lloré.
Yo, cristalina lágrima, suspiré. Y al yo llorar,
de nuevo en tus ojos vi una lágrima crecer.
Tú, que no sabías llorar; siempre así lo recordé.


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