He tomado malas decisiones, enterrándome en mi propio olvido.
He permanecido allí, lamentándome cada minuto de mi existencia; pensando que ya nada podía ir peor; que no había nada por lo que luchar. Y a base de sangre y lágrimas, he aprendido que estaba equivocada. Cúando te sientes así, eso el lo peor que puedes hacer. Y si lo haces, te vas hundiendo más y más hasta acabar hasta el cuello de temores y problemas sin resolver. Y, para algunos de ellos, actuar es demasiado tarde.
Me he sentido maltratada, fuera de lugar e insignificante. Me he sentido odiada, ignorada y abucheada. Me he creído inútil y estúpida. Y, sin embargo, aquí estoy.
He cavado mi propia salida a través de dolor y pérdida. He sufrido, no en vano. Siempre he tenido un objetivo en mente.
Me he perdido a mí misma ínfimas veces, pero con un poco más de fuerza de voluntad, he logrado recuperarme.
He saltado los baches del camino, y esquivado todos los obstáculos. Y sigo aquí.
Muchas veces me equivoco, lo sé. Y muchas otras defiendo ideas que no son correctas, pero se me meten en la cabeza y no hay quien las saque de ahí.
Sé que hay cosas que debo cambiar de mí, y las cambiaré, aunque sean muchas.
Sé que a veces me comporto como una estúpida, y me pongo histérica sin razón.
Soy consciente de todos mis defectos. De lo que me gustaría ser consciente es de todas mis virtudes, por pocas que sean.
Pero esto se acabó. He perseguido todos mis demonios, me he enfrentado a ellos, y he salido vencedora. Ahora todo está bien.
Hay calma después de una tormenta.
No hay nada de que preocuparse. Al menos por ahora.
Pase lo que pase, seguiré adelante, aunque a nadie le guste que lo haga, o me intenten sabotear.
No voy a dejar que nada acabe conmigo. No pienso rendirme. No voy a ceder.
Voy a llegar a la meta, no me importa cúal sea el camino que he de seguir. Pero lo haré.
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