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martes, 1 de marzo de 2011

Viejos recuerdos olvidados

Asomo los pies por un lado de la cama y voy de puntillas por el desgastado suelo de madera, evitando las tablas que sé que crujirán. La luz violácea entra a raudales por la diminuta ventana redonda que hay al final del pasillo. Recorta sombras en las vigas del techo y en los pomos cristalinos de las puertas que motean el suelo de colores, llenando la estancia de formas y texturas suaves.

La casa está en silencio, pero desde fuera llegan las llamadas de los pájaros más madrugadores.
La luz mortecina apenas ilumina el suelo que piso, pero no necesito luz para orientarme por él, lo conozco bien.

Voy paseándome sigilosamente por las distintas habitaciones; contemplando pedazos de mi vida.
Al llegar a la puerta de una habitación en concreto, vacilo y me detengo frente a ella. Sé que acabaré abriendo la puerta, cómo siempre hago; esperando encontrar dentro algo más que viejas fotografías y álbumes de fotos polvorientos. Viejos recuerdos que sé que han pasado a la historia, y sin embargo, aún forman parte de la mía.

Sigo esperando a que llegue un día en que todo aquello sobre, en que ya no lo necesite. Un día en que todo aquello se deje atrás, y ya no importe más. Aunque sé perfectamente que mientras no pueda olvidar, tampoco podré dejar de evocar todas aquellas cosas en mi mente.
Aunque tampoco estoy del todo segura de si quiero dejar de lado todas aquellas vivencias que me persiguen. Al fin y al cabo, forman parte de mi vida.

Sigo indecisa, es cierto que si abro la puerta todo el peso recaerá sobre mí, pero de algún modo, si la dejo cerrada, no me libraré de la carga que llevo a hombros.
Ya no hay más opciones. No hay más salidas.
Con sumo cuidado, poso la mano sobre la puerta y apoyo la cabeza encima. Me muerdo el labio y recapacito.
No sé que hacer.

Tengo un conflicto interior, y no sé como solucionarlo.
Lentamente mis ojos se cierran. Todavía no sé si lo soñé o lo imaginé, lo único importante es que valió la pena.

Y con ello me he dado cuenta de que ya no vale la pena seguir huyendo de algo que no existe. Porque ese algo ya ha pasado, el historia. Y, desde luego, ya no forma parte de mi vida.
Es estúpido huir de demonios que ya ni siquiera te persiguen o atormentan, igual que es inútil seguir chupando el palo de una piruleta consumida.

Me he dado cuenta de que en la vida lo que hay que hacer no es tratar de repetir algo que te encantó, un momento mágico de tu vida; sino crear nuevos y mejores momentos para darle ilusión. Cómo cuando hinchas una pelota de playa. La hinchas una vez, y, sin darte cuenta, reutilizas el aire de esa misma bocanada para seguir llenándola. Y así no consigues nada. La única manera de acabar de inflarla es tomar nuevas bocanadas de aires, expulsarlas y repetirlo.

Y así es la vida. Si quieres llevar una emocionante, innova y no te ancles al pasado, acabará pasándote factura. Desata tus lazos y líbrate de las preocupaciones que lleves a la espalda. Suelta el peso que te retiene junto a los malos recuerdos como si de un yunque se tratase.

Lentamente, giro el brillante pomo, haciendo amago de abrir la puerta, pero doy marcha atrás. Recapacito y pienso. Y aparto la mano de la puerta. Giro sobre mis talones y me doy la vuelta.
Me quedo de cara a la pared contemplando un cuadro de vivos colores. Giro en redondo y continúo mi paseo matutino por la casa. A veces, algunos recuerdos, es mejor no evocarlos.




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