Estaba allí plantada, mirando a un lado y al otro.
Delante de ella, se abrían dos caminos, aparentemente iguales.
No sabía cómo tomar aquella decisión. No sabía que le depararía el futuro.
Pero debía hacerlo, y seguiría adelante.
Los dos caminos eran parecidos, prácticamente un espejo el uno del otro.
No tenía idea alguna de cúal debía coger, así que echó un rápido vistazo:
De repente, al mirar más atentamente, el paisaje comenzó a cambiar; ya no eran dos caminos iguales. Ahora, en uno podían apreciarse mil y una cosas horribles.
Eran sus pesadillas cobrando vida. En el otro, un hermoso pasaje frondoso y seductor.
Pero estas imágenes no permanecieron así mucho tiempo. Todo iba cambiando y no había instante en el que adoptara una forma fija. Todo era un frenesí. Y mirando más atentamente, se dio cuenta de que esas imágenes estaban sacadas de su propia memoria, pero estabas distorsionadas. Eran las mismas personas, pero no las mismas vivencias.
Mientras, en el otro; imágenes completamente distintas, sin personas en particular; caras vacías. Pero aparentemente tranquilas.
Mientras contemplaba maravillada aquella mezcla de tranquilidad y hermosura, las otras imágenes cobraron vida e hicieron amago de acercarse a ella.
Aterrada, echó a correr camino arriba, moviéndose rápida, usando todas sus fuerzas en escapar de aquella pesadilla.
Escasos minutos después, llegó a una bonita plaza, en medio de una ciudad. Todo tranquilo.
Se sintió aliviada y libre, y comenzó a caminar para despejarse.
Se suponía que iba a ser un día precioso, pero entonces llegó la tormenta y lo cambió todo. Y no sólo cambió las casas y los jardines, las personas también habían cambiado. Todo se había tornado una catástrofe. Había devastación y horror por dondequiera que miraba. Y mientras la tormenta desataba su furia, ella corrió, y liberó su conciencia mientras corría, pensando en su vida. Pensando en su pasado, su presente y su futuro.
Recordó todo y a todas las personas que guardaba en su memoria, y recordó los malos y bueno momentos. Imaginó una vida mejor a la que tenía, pero no supo cómo debía hacerlo, pues, para ella, su vida ya era perfecta.
Trazó en su mente los perfiles de sus personas queridas, y se preguntó que habría pasado si los hubiese tenido cerca. Pero era demasiado tarde para eso. O tal vez no.
Y se dio cuentas de que debía escapar, porque se había dado cuenta de que su vida, realmente valía la pena.
Corrió unos metros más y se paró en seco; ya no podía más. Este era el final. Su terrible grito desgarró el cielo y cruzó el paraje en todas direcciones.
Si ese era su futuro, no quería seguirlo; no quería vivirlo.
Cerró con fuerza los ojos, deseando salir de ese lugar en ese mismo momento. Y al instante ya no estaba allí, sino lejos, muy lejos. Y delante de ella se abrían dos caminos, aparentemente iguales; pero sólo ella sabía que había una gran diferencia. Y ahora sabía cúal de ellos debía tomar.
Para Lucía, elige siempre el bueno.