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lunes, 2 de diciembre de 2013

¿Imbécil? Lo sé

A veces me gustaría desaparecer.
Simplemente.
Tal vez para ver qué pasaría si yo no estuviera, como reaccionaría la gente; si quizás alguien me echaría en falta o quizás no.

Pero desaparecer al fin y al cabo.
Porque hay cosas que me revientan. Y despertarme de la cama, mirarme al espejo y que no me guste lo que veo es una de ellas.
Admiro a la gente que está a gusto con su cuerpo, ya sean altos, bajos, gordos, delgados, rubios, morenos, guapos o feos con ganas. Lo admiro, porque quererse tal y como uno es es algo difícil y es necesaria una fortaleza y una confianza en uno mismo que yo, desde luego, no tengo.

Miro mi reflejo y nada me gusta. Es horrible. No sé si tú, alguna vez, te has parado en frente del espejo al salir de la ducha (o cuando sea) y has pensado: "cambiaría esto" o "esto no me gusta" o "vaya, debería hacer más deporte, debería adelgazar". Puede que lo hayas sentido más de una vez incluso.

Pero yo lo siento constantemente. Me miro al espejo y tengo una completa falta de identidad. En ocasiones pienso, creo vislumbrar una pequeña porción de belleza en unos ojos bicolores, o en un pelo rubio. Pero al segundo ya no me lo parece en absoluto.

A veces me dan ganas de romper el espejo; me echo a llorar porque me da asco lo que veo.
Y a veces me doy cuenta de que es realmente estúpido llorar por algo así, y me siento aún más idiota.
Pero luego pienso (ay de esta horrible sociedad superficial) si no soy bella, ¿qué soy? Es un pensamiento absurdo, claro. Y lo sé, eso el lo peor; que no dejo de pensarlo.

A veces me gustaría ser guapa, tan guapa que la gente me mire por la calle. O al menos lo suficientemente guapa como para mirarme al espejo y no sentir repulsión.

Ya no sé qué pretendo realmente escribiendo aquí, si nadie lee lo que digo. Quizás solo necesite algo de liberación porque no tengo nadie a quién contarle esto.

Quizás, quizás me sienta apartada de todo(s).



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