De vez en cuando uno se para a pensar.
Normalmente escogemos el momento exacto en el que pensar nos hace daño. Aunque deberíamos esperar a pensar cuando no resultase tan doloroso, pero somos así. Buscamos el dolor cuando ya lo hay. Y nos autocompadecemos, abrimos la herida tanto que aunque no sea física se ve, y duele más que si lo fuera.
A veces recuerdas cosas.
Como un primer beso, un estúpido y fugaz primer beso antes de correr y abalanzarte al asiento trasero de un coche para huir de lo que creías estar empezando a sentir.
O recuerdas una primera caricia, tan increíblemente llena de amor que solo imaginarlo cuesta.
O recuerdas un abrazo tan suave y perfecto que el corazón se hace añicos.
Y cada pedazo cae... y cae... y sigue cayendo.
Y se clavan en el pecho, el la barriga, en los ojos.
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