(-No, no se llamaba Verano, por supuesto. Pero así fue como lo apodaron, y así es como debe ser.-)
Pero sabía que era la última. Que ya no se volvería a librar. Lo veía en sus ojos.
Pero sabía que era la última. Que ya no se volvería a librar. Lo veía en sus ojos.
*¡Clack!* Quitó el seguro.
- Pon lo mucho que me querías en el epitafio, Stivie. - Su voz sonaba rota. Stivie supo que tenía miedo. Que quería llorar. Pero que no iba a hacerlo. - Al menos así algo quedará grabado para siempre. -
- Nunca te he querido, Verano. Mi corazón es de hielo, ¿recuerdas? El corazón del Invierno. Y el invierno no quiere. Solo destruye. - Aquella sonrisa rota suya volvió a apoderarse de su rostro. Tenía la piel hundida, estaba sucia, delgada. Verano sabía que estaba perdiendo la guerra. Y que se estaba destruyendo a sí misma. Piedra a piedra, hasta caer derrumbada por completo.
- Dispara ya, Stivie. Vamos, antes de que se te derrita el corazón. - La miró a los ojos. - Antes de que te arrepientas. -
Y disparó.
El estallido resonó por todo el campamento. Lo había hecho. Había disparado. Verano intentó coger aire, y cayó sobre ella. Y ella lo agarró. Se manchó de sangre.
- Tengo frío. - Los labios agrietados de Verano gemían de dolor. La sangre teñía la nieve a sus pies.
- Tranquilo, Verano. Ya no queda nada, nada... Pronto volverás a sonreír, a ver tu sol, a jugar con los girasoles... - Susurró ella, sollozando. - Derretiste al Corazón del Invierno, podrás derretir a la muerte. -
Ambos cayeron al suelo, entre sangre y nieve. Stivie no paró de llorar. Ni tan siquiera cuando él ya había dejado de respirar.
Y así los encontraron esa noche. Él muerto y ella muriendo por dentro.
«Verano, el que derritió al Invierno. El que se abrazó a la muerte para seguir viviendo.»
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